Fuente Llana. Fuenllana
El principal problema a la hora de abordar esta obra se sitúa en la falta de información fidedigna acerca de cómo era este lugar -al comienzo del proyecto, ya solo quedaba una charca con escombros-, origen de la propia villa de Fuenllana.
Debido a esta razón, el proyecto propone una estructura formal clásica, basada en formas utilizadas en este tipo de intervenciones, a lo largo de la historia, desde Roma hasta el Renacimiento, periodo en el que la fuente, como tal, ha de tener su origen.
La propuesta se define a través de dos elementos.
Por un lado, el suministro de un muro de contención de las aguas, de forma que el agua que brota directamente del suelo, queda almacenada dentro del perímetro de lo que, a la hora de la intervención, era la charca.
Por otro lado, la dotación de un graderío inundable, con doble función: por un lado, la de almacenar y canalizar el agua del manantial -hacia el río Tortillo-, bajo el propio graderío; y por otro, la de suministrar un espacio de estancia y disfrute del entorno de la propia Fuente, sobre sí mismo.
Será a la hora de definir este graderío cuando el proyecto recurra a las formas elementales que se repiten en la composición de fuentes a lo largo de la historia y del espacio. Por un lado, un cuadrado que enmarca el propio graderío, y que orienta sus diagonales -en una suerte de rosa de los vientos-, sobre las direcciones norte-sur y este-oeste, de forma, que se da un sentido autorreferencial al espacio como lugar de origen de la villa de Fuenllana. Por otro lado, un octógono, que enmarca la zona donde el agua queda recogida. Se elige esta forma por ser el polígono regular que más se acerca, debido a su mayor número de ejes de simetría respecto del resto de polígonos regulares de diez lados o menos, al círculo, forma en planta intrínseca del pozo y origen de la arquitectura.
Entre estos dos polígonos, la deconstrucción formal del cuadrado hasta llegar al octógono, se utiliza para crear circulaciones y espacios de estancia.